25 de febrero del año 1774, nace en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, el General don José de San Martín. El Hermano Arístides, como se autoproclamara en las logias argentinas; el Hermano Inaco, seudónimo adjudicado por los patriotas masones del Perú.
Iniciado en la Logia Integridad de Cádiz, donde alcanzara el grado de Maestro el 6 de mayo de 1808, no extrañe al lector los nombres de Arístides e Inaco: ambos poseen significados simbólicos afines a la figura del Libertador.
Arístides fue un general y político griego, Arconte de Atenas, llamado “El Justo” por su honradez y que se cubrió de gloria en la batalla de Maratón. Inaco fue un héroe Argivo, Dios del río de Argólide, “hijo del océano” y de Tetis. Estas alegóricas denominaciones representaron con fidelidad al Cóndor de los Andes, un idealista que abrevó en textos de los antiguos clásicos, en el de filósofos y estadistas, para construir en su interior el andamiaje que lo llevaría al titánico cruce de los Andes y liberar a Chile, adentrándose después en el Pacífico para independizar al Perú.
Cofundador de la Logia Lautaro a poco de llegar a Buenos Aires, se dio cuenta que para llevar a cabo exitosamente la campaña libertadora, era clave el sistema de organización de las logias. La Lautaro levantó columnas en Buenos Aires en 1812, organizándose luego las de Santa Fe, Córdoba y Mendoza. En el seno del Ejército, funda en Mendoza otra Logia lautarina, creada el 13 de marzo de 1813, en Chile, por Bernardo O’Higgins y cuando culmina su plan continental con la expedición el Perú, sienta las bases en Lima de las logias Paz y Perpetua Unión.
Lautaro fue nombre coincidente con la leyenda araucana de Ercilia, pero su real significado era “expedición a Chile”.
Nuestro prócer entendía que eran el lugar más conveniente para reunir y formar personalidades consustanciadas con el tríptico “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Es posible que por su experiencia personal considerara que la Orden Masónica era el ámbito apropiado para que las tácticas y estrategias con miras a la futura emancipación no trascendieran a la sociedad profana, permaneciendo en un marco de disciplina y discreción, que comulgara con las universales bases de ética y moral libertaria. Esta búsqueda de personas con inteligencia, valentía, instrucción y cultura necesarias, contribuyó a la formación de equipos administradores de recursos, elaboradores de políticas de gobiernos y de cuadros militares aguerridos para las contiendas que se avizoraban.
La acción educadora y humanista -San Martín creó bibliotecas y escuelas- precedió al militar, al punto que algún historiador comenta que sus mayores triunfos se lograron sin batallas, porque para evitar el derramamiento de sangre no vaciló en apelar a todos los recursos a su alcance, preservando la vida y dignidad de sus oponentes. Prudentemente demoró la entrada a Lima hasta que los realistas abandonaran la ciudad. “La gente pregunta por qué no marcho a Lima y lo haría si conviniese a mis designios, pero no conviene. No busco la gloria militar ni ambicionó el título de conquistador; solamente quiero liberar al Perú”.
El Libertador fue paladín de la solidaridad, comprensión y tolerancia aprehendidas en los talleres de la masonería y en las máximas del Código Moral:
“Quiere a todos los hombres como si fuesen tus propios Hermanos”
“Estima a los buenos, ama a los débiles, huye de los malos, pero no odies a nadie”
“Escucha siempre la voz de la conciencia”
“Evita las querellas, prevé los insultos, procura que la razón quede siempre a tu lado”
“El corazón de los sabios está donde se practica la virtud y el corazón de los necios, donde se festeja la vanidad”
“Lee y aprovecha, ve e imita, reflexiona y trabaja, ocúpate siempre por el bien de tus Hermanos y trabajarás para ti mismo”
“Sé entre los profanos libres y sin licencia, grande y sin orgullo, humilde y sin bajeza y entre los Hermanos, firme sin ser tenaz, severo sin ser inflexible y sumiso sin ser servil”

LIBERTAD – IGUALDAD – FRATERNIDAD